La Liberación
Después de la tempestad siempre viene la ¿calma?…
Semanas con muchos frentes abiertos -hasta cuatro he podido contar- algunos sin tener manera de cerrarlos, sin poder ver la luz (“Carolain!”) y con la energía desperdiciada al emplearla en intentar resolver todo esto y no en cosas más productivas, que es lo que a mi me gusta.
Decepciones a raudales; gente que apenas conozco erigiéndose en Mesías para “guiarme” por el buen camino y enseñarme cómo cumplir una función social, intentando colarse en mi vida como sea aún no dándoles permiso; gente fullera y teatrera, con papeles aprendidos y sobreactuados de tanto interpretarlos, contra los que sólo me puedo defender con las armas de mi persistencia. Puñaladas traperas hasta el último momento y yo, que no he aprendido todavía a ser la mala malísima que siempre quise y que por muchas malas malísimas de película que vea en el cine, nunca aprenderé, porque no lo llevo en la sangre, yo… con mi condescendencia a cuestas…
Pero todo esto no es una queja, al contrario. Ahora llega la parte en la que ensalzo a mis amigos, a los que están conmigo, a los que tengo cerca y los que me ayudan a respirar, a pasar muy buenos ratos en temporadas menos buenas. A los que me abren sus puertas sin preguntar aunque no les avise; a los que preguntando, me aconsejan sin invadirme. Y puedo decir que tengo una enorme suerte y que todo esto se pasará y se perderá “como lágrimas en la lluvia”. Es lo bueno que tiene, que nada es para siempre y eso lo tengo yo tan, tan claro…